Hay semanas en las que nos vemos obligados a cambiar la rutina de alimentación por culpa de comidas de trabajo. Salir a comer con clientes, alguna reunión inesperada o comer con los propios compañeros puede ser un problema si seguimos una dieta o entorpecernos el esfuerzo de mantener un estilo de vida sano y equilibrado. Incluso, muchos comen fuera de casa prácticamente cada día.
Aunque pueda parecer tarea imposible, se pueden controlar la cantidad y calidad de las comidas de trabajo. Tan solo hace falta un poco de fuerza de voluntad y esfuerzo por adquirir unos hábitos cada vez que se den estas situaciones. Estos son algunos d elos trucos que expertos en dietética y nutrición recomiendan para superar con éxito estas citas sin perjudicar a nuestra dieta:
1. Planificar. Saber dónde será la comida es importante para mentalizarse del tipo de comida que vamos a ingerir y pensar en lo más sano que podemos pedir. Saber dónde vamos a comer evita las inseguridades respecto a qué pedir y el riesgo por tanto de excedernos en cantidad o la influencia de los demás en la decisión.
2. Cinco comidas. Es la norma básica para llegar saciados y no dejarnos llevar por el hambre voraz de haber pasado toda una mañana sin probar bocado. Almorzar a nuestra hora permitirá comer lo justo para coger energías; el objetivo que no debemos olvidar.
3. Preguntar. Como clientes que somos, tenemos derecho a preguntar sobre los platos más sanos y a pedir si es posible cambios en las guarniciones, postres, salsas o formas de cocinar los alimentos (siempre es mejor tomar de acompañante una ensalada que unas patatas fritas, preguntar por el helado de yogurt en lugar del de chocolate o si te pueden pasar la carne por la plancha en lugar de con aceite).
4. Controlar las bebidas. Sobre todo las azucaradas y el alcohol, ya que son las que nos perjudicarán por su elevado contenido calórico. Mejor tomar agua o zumos naturales; mucho más nutritivos y beneficiosos para la salud.
5. Disfrutar de la comida. Es decir, comer despacio, masticando bien y tomándote tu tiempo entre cada mordisco. Nuestro cuerpo tarda entre 15 y 20 minutos en sentir la sensación de saciedad, por lo que cuanto más lentos comamos -con cierta cabeza-, mejor. Sirve de ayuda dejar el tenedor entre una toma y otra, charlar con el compañero, mirarle a los ojos mientras disfrutas de las comidas de trabajo y de la compañía, centrándote en la conversación y no pensando en la comida, sino en el entorno.