Aterrizó como una tradición extranjera a la que mucha gente se mostraba reticente pero, a día de hoy, la noche de Halloween pisa fuerte siendo una de las más esperadas por mayores y niños.
Sus comienzos se relacionan con una antigua festividad celta llamada Samhain, traducida como “fin del verano”. Esta creencia, considera el Samhain como una noche de espíritus en la que las leyes espacio-temporales desaparecen, dando la posibilidad a los espíritus de comunicarse. Pero, hoy en día, y alejados de esta tradición, la fiesta de Halloween es, para la mayoría, una excusa de diversión. Las telarañas, las calabazas, las calaveras mexicanas y los seres de ultra tumba se adueñan de las calles y las colorean de naranjas, negros y morados. Una cita en la que las risas y el terror comparten protagonismo a partes iguales.
Los planes para disfrutar de esta noche de brujas van más allá del “truco o trato” al que estábamos acostumbrados poniendo a prueba nuestra imaginación cada 31 de octubre. Ahora, esta noche cobra importancia y la agenda lúdico-festiva es cada vez más amplía, los disfraces más sorprendentes y los sustos más espectaculares. Es el momento idóneo para llevar un calzado cómodo por si hay que salir corriendo.
Celebrar una fiesta de disfraces es ya un clásico para conmemorar la noche de los muertos vivientes lo que hace que un año tras otro tengamos que dejar volar nuestra imaginación para conseguir sorprender. Los más atrevidos celebrarán la noche de Víspera de Difuntos en bosques encantados dejando para los más tradicionales la opción de comer palomitas mientras ven películas de miedo.
Las decoraciones, cada vez más alucinantes, se preparan con antelación para conseguir crear el ambiente perfecto. Casas encantadas, túneles del terror, circos con payasos, que lejos de hacernos llorar de risa provocarán escalofríos, y hospitales psiquiátricos se convierten en el escenario perfecto para divertir a los que ya consideran Halloween una fiesta más a la que apuntarse sin excusas.